FanFic

Algunos de los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, podre unir mi vida al hombre de mis sueños, Edward.

martes, 15 de mayo de 2012

3 en 1 · ºNo es tan facil ser niñeraº

23. Solo para mi



"No es tan fácil ser niñera"
By LadyCornamenta


"El que es celoso no es nunca celoso por lo que ve… con lo que se imagina le basta"


Los noviazgos tienden a modificar la relación entre dos personas y Bella sabía eso claramente. No era lo mismo andar con alguien libremente, besarse ocasionalmente o compartir algún momento íntimo, a comprometerse y atarse a una sola persona. La diferencia no sólo implicaba sentimientos de por medio, sino que además cambiaban la seriedad y la formalidad del vínculo. Las relaciones traían con ellas la necesidad de explicaciones y cuestionamientos internos que Bella no estaba segura de poder dar. Aunque, por supuesto, también traían algo de seguridad y permitían afianzar un vínculo que, en aquel caso, parecía pender de un insignificante hilo, el cual podría cortarse de un momento al otro.

- ¿Entonces me estás diciendo que él dejó a todas sus chicas, que ambos andán dándose el lote por ahí, pero que aún no son una pareja oficial?

La joven Swan observó a Angela, que se encontraba sentada en el sofá de su apartamento. La muchacha se había instalado en la casa de Bella para estudiar todo el domingo, por lo que ambas vestían ropas viejas y tenían papeles y libros esparcidos por toda la sala. Una suave música sonaba de fondo y el encapotado cielo las había obligado a encender las luces. Era una tarde espantosa para ponerse justamente a estudiar, y sin embargo allí estaban ellas. Aunque, al parecer, tenían mejor cosas de las que hablar…

- Sí, justamente eso -aseguró Bella, suspirando- Él me besa, me dice esas cosas, pero… nada.

- ¿Y se lo has dicho?

- ¿Eh?

- Sí le has dicho a Edward que quieres estar seriamente con él -remarcó Angela- Creo que él no puede leer tu mente, ¿no crees?

- Angie, estamos hablando de Edward Cullen -murmuró Bella de mala gana- ¿Crees que puedo simplemente ir allí, pisotear mi orgullo hasta dejarlo inconciente y decirle a Edward que por favor se comprometa a no salir con veinte chicas a la vez para estar conmigo?


- Creo que sería una buena idea.

- Angie…

- Bells, el Edward Cullen que tú describes nunca hubiese hecho todas las cosas que él hizo por ti -aseguró Angela, llena de confianza- Créeme, ese muchacho te quiere.

Bella intentó que las palabras de su amiga se convirtieran en la confianza que necesitaba para seguir adelante con todo aquello. Sin embargo, cuando se quedó sola, acostada en su cama e intentando desesperadamente no pensar en nada, se dio cuenta que en realidad el discurso no había funcionado. Podría recibir la opinión de miles de personas diciéndole que todo estaría bien, pero incluso así no hubiese podido deshacerse de aquella horrible sensación cada vez que pensaba en ella y Edward. Ellos dos no estaban atados por ningún tipo de vínculo y la joven no estaba del todo segura de querer que aquello se modificara. La balanza no podía inclinarse por ninguna de las dos opciones posibles.

El lunes fue un suplicio para la joven Swan, que sentía que los exámenes se avecinaban con una velocidad asombrosa. Intentando mantener su mente fuera de los problemas y dilemas amorosos, decidió enfocarse por completo en sus trabajos y sus lecturas, rezando por aprobar todo y poder disfrutar luego de unas tranquilas vacaciones.

Después de las clases, se dirigió a la casa de los Cullen con aquella incomodidad de quien no sabe realmente que hacer en un lugar y una situación determinada. Incluso habiéndose repetido numerosas veces que debía actuar naturalmente, la joven Swan no podía evitar sentirse un poco nerviosa ante la perspectiva de volver a ver a Edward después de todo lo que había sucedido el fin de semana. ¿Quién no estaría nervioso cuando parecía que las cosas entre ellos estaban por tomar un rumbo diferente al que habían tenido siempre?

¡Ella le había dicho que lo quería!, ¿cómo lidiar con ello cara a cara?

Por eso, grande fue su sorpresa cuando entró a la casa y sólo se encontró con la pequeña y enérgica Alice, después que Esme la saludara en el jardín delantero, lista para irse. La muchachita corrió a estrujar a Bella en un abrazo y juntas se dirigieron a la sala, donde la pequeña parecía estar acomodando una gran carpeta con dibujos.

- Edward se ha tenido que quedar a terminar algunos trabajos en casa de alguien - comentó Alice, sentándose en el sofá- Dijo que volvería tarde.

Ese fue el comienzo de lo que Bella tomó como una señal del destino para mantenerse alejada de Edward hasta que sus sentimientos tomaran un poco más de forma y sus decisiones no se volvieran certeras. No podía estar paranoica por algo que no tenía demasiado sentido. Después de todo, ella tenía sus propios problemas y debía enfocarse en ellos para olvidar esas cosas que no eran más que tonterías.

Porque lo eran, ¿cierto?

Sin embargo, el destino no parecía tan empeñado en dejarla salir ilesa de aquella confusa situación. El destino o Edward, lo mismo daba. Hacía tiempo que la joven Swan se había dado cuenta que aquella suerte mística y el joven Cullen tenían una estrecha relación en su vida.

- Hey, Bella - llamó el viernes, mientras ella preparaba la cena.

La cabeza del muchacho descansó sobre su hombro, apoyando las manos sobre su cintura. La joven había estado evitando un poco el contacto entre ambos y la repetición de escenas como la del fin de semana anterior, ya que la cercanía de Edward no la dejaba analizar las cosas con demasiada claridad. El joven, que también debía encontrarse en período de exámenes, se encontraba lo suficientemente ocupado como para reparar de su frialdad, aunque era imposible evitarlo en momentos como aquel. Después de todo, era viernes, estaban solos y hacía días que no compartían siquiera un simple abrazo.

- ¿Qué?

- ¿Harás algo mañana a la noche? - preguntó el muchacho.

- Debería… quedarme estudiando - murmuró ella.

- Oh, porque hay un concierto de piano en el centro y pensé que podrías acompañarme…

El joven sonaba decepcionado, casi como un niño al que se le niega un simple e insignificante dulce. Bella estaba en plan de dama de hielo, pero no podía evitar sentirse conmovida por esos pequeños momentos en los que el gran y conquistador Edward Cullen era simplemente Edward, el niño, el humano, ese que tanto le gustaba.

- Yo… uhm, supongo que podré hacer un pequeño descanso mañana por la noche.

El muchacho le dio un sonoro beso en la mejilla, luciendo una gran sonrisa.

- ¡Genial! -exclamó- Es mañana a las ocho y media. Nos vamos en mi auto.

Bella intentó no pensar en ello sobre lo que restaba del viernes e incluso al día siguiente. No era como si fuera la primera vez que salían juntos, sin ser exactamente una pareja. No tenía por qué ser diferente esa oportunidad e incluso la situación era mucho más propicia que en otras ocasiones. Después de todo, el auditorio de un concierto de piano parecía mucho más fácil de enfrentar que la oscuridad de una sala de cine o un desierto apartamento en penumbra.

Alice, siempre al tanto de todos los planes de los integrantes de la familia y compañía, se había encargado nuevamente de preparar el vestuario para la joven Swan. Un vestido relativamente elegante, unos zapatos y un abrigo de su propiedad componían el atuendo de la noche y Bella no se encontraba de humor para las negativas -además de no estar acostumbrada a arreglarse para ese tipo de eventos, por supuesto. Bella simplemente se encargó de vestirse con aquello, acomodarse un poco el pelo y hacer uso del escaso maquillaje que llevaba dentro de su bolso. Como había estado intentando convencerse, aquella noche no tenía nada de especial. Sólo otra salida más entre ella y Edward.

La castaña esperó un buen rato en la sala y tuvo que huir cordialmente de la invitación de Esme a cenar, diciéndole que tenía pensado hacer algo esa noche, antes de tener que sucumbir a la presión de los exámenes. Después de una rápida despedida, se quedó de pie frente a la casa de los Cullen, esperando bajo el frío de la noche. Pasaron unos cuantos minutos y la joven Swan pensó que perdería la sensibilidad de sus dedos de las manos, cuando el Volvo plateado hizo su aparición por la calle, aparcando justo frente a ella. La muchacha se subió y se hundió en su asiento, disfrutando de la clara diferencia en el calor del ambiente.

- Estás muy bonita.

- Gracias.

Se extendió un silencio absoluto durante el viaje y Bella se limitó a observar las calles por la ventanilla, incluso cuando sentía los ojos de Edward sobre ella de forma casi constante. La joven estaba haciendo un gran esfuerzo por relajarse y tratar con la situación con tanta madurez como hacía con todo lo demás, aunque sus manos retorciéndose sobre su regazo indicaran lo contrario. El problema parecía erradicar en que, cuando se trataba de aquel muchacho sentado a su lado, Bella perdía toda su capacidad de razonamiento lógico y sentido común. Se sentía varada en medio de un terreno totalmente desconocido y no sabía cómo avanzar.

- Bella, ¿estás bien? -preguntó él, mientras se bajaban del auto.

-Sí, sí, no te preocupes.

Después que Edward hubo aparcado, ambos muchachos caminaron hasta la entrada del teatro Shubert. En el ingreso del enorme edificio, hicieron una pequeña fila, mientras el elegante joven buscaba los boletos en el bolsillo de su chaqueta. Cinco minutos después, se encontraban avanzando hacia el enorme auditorio, lleno de colores cálidos y luces por doquier. Por el largo corredor, llegaron hasta la segunda fila, donde Edward le indicó sus asientos a Bella de forma caballerosa. La muchacha, algo intimidada por el ambiente y la sofisticación el lugar, ocupó su puesto y se deleitó con los adornos y los pequeños detalles decorativos de la amplia construcción.

Tuvieron que esperar a unos cuantos minutos mientras la gente se ubicaba, en los que Bella se ocupó de observar la pantalla de su teléfono móvil y de teclear los botones como si realmente estuviera haciendo algo. El ambiente estaba levemente tenso y la conversación no surgía demasiado fácil, por lo que necesitaba mantenerse ocupada y eligió que Angela sería la víctima de sus textos sin sentido. Por supuesto, tan estúpida estrategia no sirvió para engañar a Edward, que cogió su mentón y la obligó a girar el rostro, tomándola completamente por sorpresa.


- ¿Vas a decirme qué te pasa? -preguntó Edward suavemente.

- Edward, no…

- Sí, te pasa algo -afirmó él, acercando un poco más su rostro al de ella- Sólo quiero que pasemos una noche agradable, juntos y en paz, ¿vale?

El tono anhelante y carente de enojo que utilizó Edward sirvió perfectamente para que la muchacha asintiera de forma ausente. Una pequeña sonrisa se estableció en sus labios al pensar que realmente no deseaba que los miedos volvieran a interponerse entre ambos. No era necesaria la paranoia y el temor; él le había dicho que la quería, y eso debía bastarle, incluso aunque su relación no se encontrara catalogada bajo ningún mote en especial.

Un presentador hizo acto de presencia sobre el escenario, mientras las luces se bajaban un poco. Después de unas cuantas palabras de bienvenida y de la mención de algunos nombres de músicos que Bella jamás había oído en su vida, el hombre dio paso al espectáculo. El primero fue un muchacho, que no debía tener más de treinta años. Enfundado en un traje negro e impecable, el joven caminó hasta un elegante y lustroso piano de cola, posicionándose frente a él. Pronto las notas comenzaron a danzar por el aire, entrelazándose entre sí y formando una sublime y relajante melodía.

La joven Swan observó a su compañero por el rabillo del ojo. Su rostro se encontraba levemente echado hacia atrás y sus ojos estaban cerrados mientras la elaborada composición llenaba el teatro. La satisfacción podía leerse en cada rasgo de su rostro, que parecía debatirse entre la devoción y el placer. Su mano siguiendo suavemente la melodía contra el apoyabrazos hacía la escena relajante, perfecta. Él lucía justo como un amante de la música, como un adorable hombre que disfrutaba de una de sus pasiones más ocultas. Era realmente un espectáculo fascinante de ver… además del concierto, por supuesto.

El evento pasó bastante rápido para la joven Swan, que se deleitó con la música y con el entusiasmo de su compañero. Después de un considerable número de magníficas interpretaciones, el mismo presentador que había dado paso a los músicos volvió al escenario, con el fin de agradecer al público y cerrar la función. Aplausos se extendieron por la sala y varias personas, Edward entre ellas, se pusieron de pie para ovacionar a los magníficos intérpretes.

- Fue tan maravilloso -comentó Edward, lleno de fascinación, mientras abandonaban la sala.

- Ya lo creo, sus dedos se movían a una velocidad casi inhumana -secundó Bella, cuyo humor había cambiado considerablemente después de aquel espectáculo.

Sin embargo, aquel agradable cambio en su estado de ánimo no duró demasiado. No después que una voz femenina y cálida preguntara coquetamente:

- ¿Edward Cullen?

El muchacho se volvió al escuchar su nombre, al igual que Bella. Detrás de ellos se hallaba de pie una muchacha de piel trigueña, con un brillante y lacio cabello negro como la noche. Un vestido largo y elegante dejaba a la vista una bonita figura, que hacía perfecta combinación con sus largos brazos y su melosa sonrisa.
¿Cindy? - preguntó el muchacho y una sonrisa se extendió por sus labios.

Ambos se abrazaron y Bella se sintió como un perfecto cero a la izquierda. Se quedó allí, forzando una sonrisa e intentando acallar aquel sentimiento que quemaba su pecho ferozmente. Tenía la sensación de un león rugiendo dentro de su pecho, desesperado por salir y hacer estragos en la escena. Sin embargo, Bella Swan tenía un gran orgullo; orgullo que le impedía hacer un numerito del que se arrepentiría por un largo tiempo.

- Ella es Bella -escuchó que el muchacho decía- Bella, ella es Cindy, una compañera de la preparatoria.

Bella intentó imitar la falsa y empalagosa sonrisa de la muchacha, aunque estaba segura que había tenido un efecto contrario, ya que la tal Cindy hizo una mueca. Nuevamente quedando en un segundo plano, escuchó como la morena contaba la repentina invitación de sus padres a semejante concierto y su imposibilidad de rechazar tal oportunidad. Aunque la joven sonaba agradable y honesta, a Bella no le pareció más que una triquiñuela para deleitar a Edward con su evidente interés por semejante espectáculo.

- ¿Te veo el lunes, entonces? -preguntó.

- Por supuesto -asintió Edward - Hasta luego, Cindy.

- Adiós, Edward  -se despidió - Bella.

La joven Swan intentó ahorrarse sus comentarios sobre el poco fortuito encuentro e intentó que la expresión parsimoniosa de su rostro no se modificara. Edward había dicho claramente que ella era una compañera de curso, por lo que no debía sacar suposiciones erradas entre ellos. Eran sólo compañeros, nada más. Nada más.

¡Dios, hasta en su mente sonaba como una loca!

- ¿Te gusta la comida china? -preguntó Edward con una sonrisa, una vez que se encontraban en el automóvil.

La muchacha asintió ausentemente, ya que, incluso cuando había intentado que no sucediera, la escena fuera del teatro le había afectado. Aprovechó el viaje y el mutismo de Edward para intentar convencerse a sí misma que estaría bien y que ella no tenía derecho a reclamar nada, porque había sido lo suficientemente tonta para encariñarse demasiado de alguien como Edward. Estaba bien con ello y no podía hacer nada al respecto. Punto.

El restaurante era un agradable lugar ambientado con adornos chinos y colores que oscilaban entre el marrón, el rojo y una diversa escala de grises. Las lámparas de papel pendían del techo, iluminando todo tenuemente y dándole al lugar una atmósfera tranquila y privada. Las camareras vestían unos bonitos kimonos cortos que les quedaban de muerte, sobre todo a aquella rubia que prácticamente se tiró sobre ellos para atenderlos. A la joven Swan le hubiese molestado tanto, en verdad, si la muchacha no hubiese pasado olímpicamente de ella para centrarse sólo en Edward. Era como si ella estuviera oculta detrás de uno de esos oscuros biombos que separaban la barra de la parte de la cocina, mientras la joven le preguntaba a su chico qué mesa prefería.

-Bella, ¿qué mesa te gusta? -preguntó Edward.

La joven Swan, en un acto impulsivo, cogió la mano del chico y le sonrió a la camarera.

- La que tú quieras estará bien - replicó, con una empalagosa y extraña sonrisa.

La camarera resopló e indicándoles el camino, los ubicó en la mesa. Nuevamente, sin importarle demasiado la comensal femenina que parecía echar humo por las orejas, su atención se centró exclusivamente en Edward, que pidió un par de bebidas mientras decidían que pedir. La empleada se retiró con un caminar exagerado y la joven Swan se dio el gusto de resoplar sonoramente y chasquear la lengua.

- Que desagradable - murmuró.

Edward río suavemente, mientras abría uno de los menús.

- ¿Qué quieres comer? - preguntó el muchacho- ¿o lo que yo quiera estará bien?

Bella miró amenazante a su compañero, dando por terminado el asunto. Lo único que le faltaba aquella noche era que Edward Cullen se burlara de sus estúpidos celos de no-novia paranoica. Ya tenía suficiente con pelearse consigo misma como para tener que luchar contra alguien más. No se permitiría hacer otra escena, era un hecho.

La velada pasó algo tensa, ya que Bella tuvo que soportar a aquella estúpida camarera que no hacía otra cosa que mirar directamente a Edward e ignorarla por completo. Intentando guardarse todas sus maldiciones y sus ganas de mandar a la muchacha a tomar viento, Bella guardó la compostura e intentó mantener una charla decente con su compañero. Se había prometido que todo aquello no la afectaría y trató de cumplir con su palabra durante toda la salida, sobre todo porque las burlas de su cita no ayudaban en lo absoluto a mejorar la situación.

Sin embargo, cuando Edward se despidió de ella en la puerta de la casa, cuando sus labios abandonaron los suyos con la promesa de verse el lunes, la joven Swan permitió que todo su malhumor saliera a flote sin restricciones. Ya en su apartamento, se quitó la ropa con gran pesar y se dejó caer sobre la cama con su vieja pijama puesta. Se sentía confundida y, al volver a analizar los hechos, un poco idiota. No era que ella realmente fuera una loca celosa, pero el problema allí era que no tenía el derecho a proteger algo que no era suyo. Ella hubiese deseado pararse frente a la tal Cindy, frente a la odiosa camarera o frente a cualquier otra chica que se hubiese acercado y gritar que ella era la novia de Edward Cullen y que nadie más tenía derecho de mirarlo de aquella forma tan seductoramente descarada. Sin embargo, ellos dos no eran nada y, por ende, tampoco podía hacer reclamos. 

Era como pedir derechos sobre tierras consideradas patrimonio de la humanidad; por más desagradable que le pareciera la idea, Edward siempre había sido de orden público. De cualquier forma, allí el problema principal erradicaba en que todo aquel drama no tenía sólo que ver con lo que hacía el joven; ella tampoco estaba muy segura de querer realmente jugar todas sus cartas allí. Había algo más que la incomodaba: explicaciones, miradas curiosas, inseguridades… ¿estaba preparada para todo aquello?, ¿estaba preparada para tener que defender con uñas y dientes algo que quizás era indefendible?

El domingo, Bella intentó llenar su cabeza con hojas y hojas de apuntes, de los cuales logró retener sólo unas pocas frases e ideas principales. Aún seguía repitiéndose en su cabeza la salida del día anterior y su deplorable comportamiento. Los hechos no se habían desarrollado de la mejor forma para ella, pero, aunque intentara echarle la culpa a los factores externos que se habían interpuesto en aquella especie de cita, sabía que ella era la única que había estado realmente fuera de lugar.

Por todas sus cavilaciones, el lunes salió de la universidad con la promesa de volver a empezar las cosas de mejor manera y de hablar todo claramente con Edward. No era como si quisiera presionarlo, pero necesitaba algún tipo de seguridad que le atribuyera lo mínimos derechos de salir con alguien a quien se quiere. Si Edward no estaba preparado para una relación, entonces tenían problemas; necesitaba que alguien le confirmara sus propios sentimientos. Si Edward consideraba que estaban listos para dar un paso adelante, quizás podría olvidarse un poco de aquellos tontos miedos o inseguridades. Sí él deseaba intentarlo, tal vez, poco a poco, la joven podría irse convenciendo con la seguridad de quién sabe que hay algo certero por lo que luchar.

Sin embargo, los planes en la mente nunca son tan perfectos cuando deben ponerse a la práctica. Porque, ciertamente, Bella no había pensado en aquel pequeño detalle que se encontró cuando entró al hogar de los Cullen. Después de un caluroso abrazo de la menor de la familia, la joven Swan se dirigió a la sala a dejar sus cosas. Estaba distraída, pero no lo suficiente como para no detenerse en el marco de la puerta cuando estaba a punto de seguir de largo. Edward se encontraba echado a lo largo del sofá, riendo a mandíbula batiente, mientras una joven, arrodillada a su lado, le hacía cosquillas en el estómago. No era realmente algo digno de alarma como un beso, una caricia o algo por el estilo; pero la escena fue lo suficientemente chocante como para quedarse helada en su lugar.

Y se odió a si misma cuando los ojos de la invitada se posaron en su rostro desencajado… seguidos de los de Edward.

- Hola. Yo… - balbuceó- ¿Quieren algo para beber?


- No, gracias -respondió rápidamente la muchacha, con una simpática sonrisa.

La joven Swan se dio media vuelta y huyó de allí, llena de impotencia y coraje. No era tanto lo que le molestaba lo que sucedía en la sala, sino su patético comportamiento al respecto. ¡Ni siquiera podía contener esas estúpidas lágrimas que caían por sus ojos! Mientras caminaba hacia la cocina, la pregunta que se había hecho la noche anterior volvió a su mente de forma mucho más clara y las cosas tomaron otro rumbo en su cabeza. Uno de sus peores temores se confirmó cuando se dio cuenta que, en realidad, sí quería luchar por él, pero no podía evitar los temores. Quería dar lo mejor de ella y comenzar algo, sin importar el qué dirán, los problemas y consecuencias que podría traer su unión. Incluso si tenía que aguantar a aquellas muchachas que parecían caer del cielo, quería tener la certeza que Edward era sólo para ella, que no había nadie más que pudiera llamarlo suyo. El único problema erradicaba en que él parecía no notar que ella necesitaba algo de lo que agarrarse, alguna pequeña palabra que dijera que todo era cierto…

- Bella, ¿qué te pasa?

Oh, no. No quería volverse y que él le confirmara cuán estúpida era. No estaba bien lo que estaba haciendo y cómo se estaba tomando las cosas, y bastante difícil era ya aguantarse a sí misma repitiéndoselo a cada rato; no necesitaba a alguien más corroborándolo. Mas nada pudo hacer cuando los brazos de Edward rodearon su cintura fuertemente; cuando el muchacho la obligó a darse vuelta, quedando ambos frente a frente.

- Bella, ¿qué…? -preguntó, preocupado. Luego el entendimiento cruzó su rostro lentamente, mientras ella intentaba despejar la humedad de su rostro- ¿No me digas que tú…?

La joven Swan bajó la mirada al ver la comprensión en aquellos ojos color esmeralda. La mano de Edward, sin embargo, la obligó a volver a observarlo directamente. El rostro de su compañero lucía una tenue sonrisa arrepentida, como si fuera él quien realmente estaba haciendo algo mal, en lugar de ella, que no dejaba de comportarse como una idiota.

- Perdón -susurró Edward- supongo que yo…

-¿Qué? -preguntó Bella, restregándose los ojos- ¿por qué te disculpas?

- Debe ser difícil para ti salir con alguien como yo, ¿cierto?

¿Por qué le decía aquello? Sí, lo era, estaba claro; pero ella no tenía ningún derecho a comportarse como lo hacía. Además…

- Tú dejaste a todas esas chicas por mí -recordó en voz alta- Debería haber sido suficiente para mí, y yo…

Edward se acercó más a ella y dejó que su boca quedara a tan sólo milímetros de la suya, permitiéndole sentir la cálida respiración sobre su rostro. Las manos del muchacho se cerraron más en torno a su cintura, pegándola a su cuerpo todo lo que fuera posible. Caminando hacia atrás, Edward hizo que su espalda chocara contra la mesa del centro de forma suave y la joven se recostó levemente en ella. Apoyó las manos contra el pecho de su compañero y se deleitó con el movimiento suave y acompasado que este hacía, mientras intentaba calmarse a sí misma.

- Yo quiero estar sólo contigo -susurró él aterciopeladamente-. Te quiero sólo a ti.
- Yo también - garantizó ella, deseosa de besarlo.

¿Qué importaba aquella fulana que se encontraba en la sala, si sólo ella podía abrazarlo de aquella manera y escucharlo decir aquellas cosas? La castaña se inclinó para besar a su compañero, pero Edward movió oportunamente la cabeza hacia atrás, manteniendo aún aquellos escasos centímetros entre ambos.


- Quiero que seas mi novia, Bella -pidió él, con tono confidencial- Quiero hacer las cosas bien otra vez.

La joven pensó que el corazón escaparía de su pecho, cuando las palabras volvieron a reproducirse en su cabeza. Con la respiración agitada y sin la capacidad o voluntad suficientes para responder con palabras, Bella cogió el rostro de Edward y lo besó con todo aquel deseo contenido que llevaba dentro de ella. El joven respondió ávidamente y, por la sonrisa dentro del beso, Bella pudo adivinar que él se sentía tan feliz y tranquilo como ella ante las nuevas noticias.

Porque, a partir de ese momento, ambos tenían algo certero por lo que luchar. Después de todo, ellos siempre habían sido algo, aunque nunca hubiesen necesitado una palabra para definirlo.

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24. Pasado y presente


"No es tan fácil ser niñera"
By LadyCornamenta

"Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá"


Las vacaciones llegaron para Edward incluso antes que pudiera darse cuenta. Con las energías renovadas después de todo lo que había sucedido la noche del partido y de la fiesta en el club, los exámenes habían sido casi un pequeño obstáculo que sortear para alcanzar la libertad condicional. Incluso había llegado a olvidar por un tiempo su enojo con Jasper, que había regresado de una forma mucho más amena y racional cuando volvieron a cruzarse en clase. Visto desde aquella nueva perspectiva feliz, todo parecía menos terrible. Pero, por supuesto, la causa de su buen humor era su reciente relación con Bella. Ellos eran novios después de todo, incluso cuando la etiqueta aún lo incomodaba un poco. Eso no quería decir que se hubiese arreglado todo por arte de magia, por supuesto; pero era un cambio positivo en muchos aspectos y sentía que su posición entre la espada y la pared se había modificado considerablemente.

- ¡Va-ca-cio-nes! -rugió Emmett, mientras salían de su última clase del viernes- Soy tan feliz.

- Todavía tenemos educación física -recordó Edward.

Emmett hizo un sonido con su boca que demostraba total indiferencia.

- Nah, educación física no cuenta.

La dichosa hora de deportes pasó en un abrir y cerrar de ojos y, al no tener la tensión de un partido cercano, los muchachos del equipo se dedicaron a tontear con las chicas y a hacerse algunos pases con un balón. Cuando el timbre que indicaba el fin de la clase sonó, todos los alumnos comenzaron a gritar, a correr y a hacer alarde de todo el tiempo libre que tendrían de allí en adelante. El joven Cullen escuchó a unas muchachas de su clase hablando sobre un viaje a México que, al parecer, las traía realmente emocionadas. Con aquel pensamiento en la cabeza, se volvió hacia Emmett. Jasper había desaparecido misteriosamente, como se la pasaba haciendo usualmente en aquel último tiempo.

O quizás era que él no le prestaba demasiada atención desde el incidente…

¿Era Emmett el que estaba bailando en las tribunas?

Edward cumplió su trabajo de persona conciente y cogió a su amigo del brazo, llevándoselo fuera del gimnasio. Si iba a festejar sobre su libertad, que por lo menos lo hiciera dentro del Volvo, donde nadie más pudiera verlo.

- Oye, no hemos hecho planes para estas vacaciones - comentó, mientras caminaban por los verdes exteriores del instituto.


- Cierto - dijo Emmett, pasando una mano por su barbilla- Todo ha estado tan tenso últimamente que…

Una mirada asesina de Edward lo mandó a callar. El joven Cullen no se encontraba del mejor humor como para hablar de aquel tema en particular. Sin embargo, ante la perspectiva de planificar unas vacaciones, su buen humor volvió casi tan rápido como había desaparecido. Con aquella bipolar actitud, sonrió ampliamente mientras proponía:

- ¿Qué tal si te vienes a casa y planeamos algo para estos días?

Emmett dudó.

- ¿Y Jazz?

Edward dejó escapar un suspiro.

- Llámalo también, supongo -murmuró el joven Cullen.

- Ed, ya sé que es lo que sucede -dijo Emmett, haciéndolo detenerse a sólo unos pasos de su auto-. Tarde o temprano tendran que hablar y resolver sus diferencias.

¿Emmett dando un consejo sensato? ¡Oh, los milagros de navidad comenzaban con anticipación!

- Sí, supongo que sí…

Efectivamente, Emmett se encargó de llamar a Jasper mientras ambos muchachos se dirigían a la casa de los Cullen en el Volvo. Edward se resignó ante la idea de saber que ambos deberían llegar a un acuerdo justo y sensato después de aquella extrema confesión que Jasper había soltado y con la que Alice había estado completamente de acuerdo. A pesar de todo lo que había pasado, incluso aún aunque la idea le pareciera descabellada, el joven Cullen no podía luchar contra dos personas enamoradas. No era fácil refrenar los sentimientos; él, mejor que nadie, lo sabía a la perfección.

Sin embargo, a pesar que intentaba considerarlo desde una perspectiva racional y madura, Edward no podía pensar claramente en el asunto de su mejor amigo y su hermana. Quitando la locura del compromiso, a la cual el joven Cullen aún no podía acostumbrarse, la relación era compleja y totalmente atípica. Edward sabía que el amor no era algo lógico y que ninguno de ellos tenía la culpa. Él mismo había se había prometido fervientemente no enamorarse y había fallado de forma estrepitosa en su cometido.

Con el paso del tiempo y con la posibilidad de pensar un poco mejor las cosas, con los ánimos ya un poco más apaciguados, Edward admitía que, quizás, se había pasado un poco de la raya con la reacción que había tenido frente a la situación de Jasper y Alice. Quizás, sólo quizás, podía decir que había sido un tanto terco e insensible con ellos.

El hogar estaba tranquilo cuando Edward y su amigo llegaron. No había signos de Bella a la vista, incluso cuando su monovolumen se encontraba ya aparcado al frente de la casa. Los dos muchachos ingresaron tranquilamente, hablando sobre sus posibles destinos.

- Podríamos ir a Washington -comentó Emmett, mientras dejaban sus cosas en la sala-. Dicen que hay un pueblo muy de moda allí. Algo sobre una historia de vampiros… no lo sé, pero suena bien.

- Em, créeme, si vamos a quedarnos en Estados Unidos, preferiría que no tengamos que viajar en avión -respondió Edward, sentándose cómodamente en el sofá.

- De acuerdo, podríamos viajar con los coches -aseguró el joven McCarthy, con aire pensativo-. ¿Quizás New Hampshire?, ¿Boston?

- ¿Están planeando un viaje?

Los dos adolescentes se volvieron para observar a la joven Swan, que se encontraba de pie en la entrada de la sala; un libro estaba entre sus manos y en su rostro podía notarse el interés por la conversación. Una sonrisa asomó en los labios de Edward, que se puso de pie rápidamente. Después de echarle una rápida mirada de soslayo a su amigo, caminó confiadamente hasta Bella y la cogió por el rostro con suavidad. Sus bocas se encontraron en un rápido camino que hizo que la sonrisa del joven se extendiera involuntariamente.

Después de aquel repentino contacto, que duro unos cuantos segundos placenteros, Edward le sonrió a Bella radiantemente y se volvió para observar a su amigo. Su mandíbula parecía a punto de despegarse de su rostro.

- De acuerdo, no me esperaba eso -aceptó Emmett-. ¿Crees que si les pido a mis padres que contraten una niñera me harán caso?

- Sí, aunque probablemente Rosalie se encargaría de matarla a la semana -comentó Edward, con el mismo tono indiferente.

- Buen punto.

Bella observaba la escena con una sonrisa de la cual, inevitablemente, Edward se contagió. La muchacha se sentó junto a él en el sofá, haciendo a un lado a Emmett y quedando entre ambos.

- Entonces, ¿vacaciones?

- Así es, Bella -respondió Emmett- Destino cercano, no queremos que este joven tenga otro ataque aéreo.

Edward levantó su mano, enseñando su largo dedo del medio.

- Angela, Ben y yo teníamos pensado irnos a Greenwich -comentó Bella- La familia de Ben tiene una casa allí y…

- Genial -interrumpió el joven McCarthy-. Eso no necesita avión.

Edward y Bella coincidieron, con un asentimiento.

- ¿Crees que podamos acoplarnos a su viaje? -reguntó el joven Cullen con una sonrisa, mirando a su compañera.

Bella sonrió, mientras volvía a mover su cabeza afirmativa.

- ¡Le diré también a Rose! -exclamó felizmente Emmett. Edward soltó un gruñido, ganándose un coscorrón- ¡Hey!

- Discúlpame que te lo diga, hermano, pero tu novia es una psicópata vengativa -soltó Edward.

El joven McCarthy no se ocupó de negarlo, sino que simplemente rió entre dientes.

- Oh, sí, puede ser terrible si se lo propone.

Edward hizo un gesto de asco. Emmett parecía realmente orgulloso de que su chica fuera una maniática empeñada en destrozar su vida, su reputación… y quien sabe que otras cosas. 

Estaba seguro que viajar con ella no sería algo agradable, pero no era como si realmente pudiera hacer algo al respecto. El amor había dejado a Emmett lo suficientemente estúpido como para soportar a la versión femenina de Hitler sin ningún tipo de quejas. Mirando a la joven sentada a su lado, Edward se preguntó si en realidad no era justamente ese el problema universal por excelencia: volverse terriblemente ciego e idiota por culpa del amor. Y él hablaba desde la experiencia, por supuesto.

No parecía tan malo, después de todo.

Jasper llegó cuando estaban planeando cuál sería el alojamiento escogido por los nuevos viajeros y qué cosas podrían hacer por allí. La tensión volvió a flotar por el aire cuando los ojos de Edward y su amigo se encontraron, extendiendo la pesada atmósfera por toda la sala. Jasper se sentó tranquila y seriamente, y se quedó mirando sólo al joven Cullen.

- ¿Planeando vacaciones?

- Así parece - respondió Edward secamente- ¿Tú has planeado algo?

El joven Cullen no necesitó explicarse para que su amigo lo entendiera.

- Hablaré con tus padres en Navidad.

- Sabes que no apoyo la idea -aseguró el joven de cabellos cobrizos- pero admiro lo que estás haciendo y supongo que, después de mi comportamiento, lo mínimo que puedo hacer es dejarte seguir adelante…

En el rostro de Jasper apareció una suave de sonrisa.

- Gracias.

Emmett y Bella permanecían callados y Edward casi había olvidado su presencia, hasta que sintió la mano de su compañera sobre la suya. Giró su rostro para encontrarse con el rostro de la muchacha, que lucía una expresión de orgullo. Edward sólo sonrió con cansancio.

- Estás haciendo lo correcto -le aseguró Bella.

En un ambiente un poco menos tenso, los cuatro jóvenes se quedaron planificando un viaje que pronto se avecinaría. Jasper decidió unirse y, aunque Edward aún sentía toda la situación algo extraña, aceptó que él y Alice se sumaran a las pequeñas vacaciones. No era como si realmente pudiera pensar en su hermana y su amigo como una pareja, pero tampoco era justo que Alice se quedara allí, sola, cuando su… novio estaba por allí pasándola bien. O, por lo menos, eso era lo que Bella le había hecho creer…

¡No era fácil hacerse a la idea de todo aquello!

La joven Swan acordó llamar a Angela y arreglar con ella los detalles de transporte y estadía, y pronto las vacaciones se encontraron planificadas. Alice también se había entusiasmado mucho con la idea cuando habían ido a contarle, por lo que parecía que todo estaba previsto.
Sin demasiado que esperar, decidieron que el mismo lunes saldrían rumbo a su expedición.

- ¿Entonces iremos de vacaciones? -reiteró Alice, con gran emoción, mientras ambos se preparaban para irse a la cama.

- Exacto, el novio de Angela nos ha permitido quedarnos en casa de sus tíos.

Los dos se quedaron en silencio, escuchando los suaves murmullos del piso inferior, donde sus padres se encontraban aún cenando.

- Oye, Edward… gracias por ser un poco más comprensivo con el asunto de Jasper- agradeció la pequeña, cogiendo su mano.

El muchacho la observó con resignación.

- Supongo que no tenía otra alternativa -murmuró, desviando la mirada-. ¿Le quieres tanto?

Alice hizo más presión entre sus manos.

- Muchísimo.

Los hermanos Cullen aprovecharon para pasar algo de tiempo en familia antes del viaje, saliendo con sus padres y contándoles cuáles eran los planes. Saldrían con el automóvil de Edward, el de Ben y el jeep de Emmett y aprovecharían los días libres antes de las fiestas al máximo. No era un gran y elaborado plan, pero por lo menos podrían pasar un poco de tiempo alejados de las presiones y los problemas de la escuela y la universidad. Las solicitudes comenzaban a llegar para el joven Cullen y sus ideas sobre el futuro estaban entremezcladas. 

Él sabía lo que quería, pero…

- ¡Edward, las maletas! - chilló Alice, sacándolo de sus cavilaciones -. ¡Emmett ya ha llegado!

Los ocho jóvenes se dividieron en los tres automóviles: Ben y Angela viajarían adelante, con gran parte del equipaje, mientras Emmett, Rosalie y Jasper los seguían en el Jeep, precedidos por el joven Cullen, su hermana y Bella dentro del Volvo. Alice se encargó de dar órdenes sobre el equipaje, seguida muy de cerca por Rosalie, que parecía encantada ante la posibilidad de poder explotar al joven Edward, incluso aunque fuera para cargar unas cuantas maletas pesadas.
El viaje fue ameno para Edward, sobre todo porque la compañía de Bella permitía neutralizar un poco la hiperactividad de su hermana y su constante charla. Después de haberse negado a escuchar uno de los discos de la pequeña Alice, Bella había cogido alguna mezcla de canciones al azar de todas esas cajas que tenía en el auto y la había puesto en el estéreo. Una vieja canción de Nirvana comenzó a sonar y la joven Swan se volvió alegremente a hablar con Alice, mientras Edward seguía con la vista fija en el camino, conduciendo con gran cautela, aunque con una sonrisa en su rostro.
Los jóvenes recorrieron la carretera 95, escuchando música, comiendo un poco de la comida que Esme había preparado y disfrutando de los paisajes que fugazmente se divisaban desde las ventanillas. Finalmente, cuando estaban cerca de su destino, doblaron para desviarse en Port Chester, siguiendo las instrucciones de Ben, que se encontraba a la cabeza del grupo. El muchacho, con la vista en el camino, aprovechaba para deleitarse con los pequeños lugares desconocidos de la zona.
El club Tamarack se parecía bastante al lugar donde el tal Mike Newton había celebrado su cumpleaños, con la diferencia de las grandes viviendas que se erguían ocasionalmente tras los extensos campos de golf. Toda eran construcciones muy modernas, que evidenciaban que la idea de residencias había sido reciente. La casa de los tíos de Ben no era la excepción, ya que era una buena combinación de majestuosidad y arquitectónica moderna, oculta entre árboles y vegetación, como todas las residencias que habían visto por allí. Había un pequeño camino que conectaba la entrada con la zona donde decidieron dejar sus automóviles, al resguardo del cielo gris, que tenía un aspecto poco prometedor.

Los muchachos se encargaron de coger las maletas y Ben se puso al frente del grupo, explicándoles algunas pequeñas cosas sobre el lugar y sobre la cercanía de salones comunes, cafeterías y canchas disponibles durante todo el día. Cuando empujó la gran puerta de la casa, mientras le prometía a Emmett un encuentro de tenis, quedó a la vista del grupo un enorme recibidor circular que llevaba a varias habitaciones. Hacia el fondo del mismo había una gran escalera que se conectaba con la segunda planta. Desde el ángulo en el que se encontraba, Edward pudo ver una pequeña puerta de vidrio y no le costó demasiado deducir que sería el punto de acceso al jardín trasero.

- Dividamos las habitaciones y vamos a comer algo, porque estoy a punto de comerme a alguien -comentó el joven Cheney, mientras Emmett lo secundaba rápidamente con un asentimiento.

Así hicieron las cosas, dividiéndose los muchachos en dos habitaciones, al igual que las chicas. Edward dejó todas sus cosas en la amplia habitación que compartía con Ben, teniendo un rápido deja vu de aquella vez en la que habían visitado la casa de los Swan. Sonrió como un idiota, pensando en cuánto habían cambiado las cosas desde aquel entonces.

El grupo de jóvenes decidió comer en uno de los acogedores comedores que se encontraban dentro del complejo, discutiendo sus planes para después. El cielo pronosticaba un claro clima desfavorable para las siguientes horas, por lo que pensaron que quizás sería buena idea conducir hasta la ciudad y conseguir algunas provisiones. Ben se encargó de separarlos en dos grupos: unos se encargarían de las compras, otros comenzarían a acondicionar un poco la casa para la estadía. Alice fue la primera en correr hacia el automóvil, con grandes deseos de ver la ciudad; Jasper la siguió en silencio, dispuesto a acompañarla. Ben y Angela los siguieron alegremente, ya que el joven Cheney había pasado unos cuantos veranos allí y conocía perfectamente la zona.

- Genial, nos quedaremos con la Barbie psicópata - murmuró Edward, mientras observaba la caminata pomposa de Rosalie hacia la casa.

Bella lo miró con una pequeña sonrisa, intentando acallar sus protestas. Ciertamente, lo consiguió, y Edward se odió un poco a si mismo por ceder tan fácilmente. Quizás a él también se le estaba pegando demasiado aquella idiotez de la que había estado quejándose no hacía demasiado tiempo.

- ¿Qué se supone que debemos hacer? -preguntó Emmett, rascándose la cabeza.

Edward se encogió de hombros, mientras echaba un rápido vistazo al recibidor.

- No tengo ni idea.

- Supongo que sería bueno que limpiemos y acomodemos un poco -apuntó Bella, como quien no quiere la cosa.

Rosalie la observó como si hubiese dicho una gran blasfemia y Edward sintió casi un impulso de ponerse delante de ella. Era como si en cualquier momento la rubia pudiese saltar al cuello de la joven Swan y despedazarla lentamente.

Y, conociendo a Rosalie, sabía que no exageraba.

- Emmett, mantén a tu novia ocupada -pidió el muchacho de cabellos cobrizos, dándole una despectiva mirada a la joven Hale- Nosotros nos encargaremos de esto.

- Desde que esa Victoria te dejo, estás hecho un imbécil -comentó Rosalie, haciendo una mueca de asco. Observó a Bella de pies a cabeza -  Aunque ella, por lo menos, era bonita.

Edward se quedó con la boca abierta e incluso pudo percibir una leve expresión de sorpresa en el rostro de Emmett, quien luego siguió escaleras arriba a Rosalie, murmurando unas rápidas disculpas por los venenosos actos de su novia. El joven Cullen se quedó con los dolorosos recuerdos que la rubia se había encargado de llevar a la superficie con simples y crueles palabras, aceptando que tenía algo de razón en lo que decía. No tenía que ver con la belleza de la joven Swan, por supuesto que no, pero era cierto que se había vuelto bastante más imbécil después de aquel entonces.

- ¿Edward? -la voz suave de Bella lo trajo de nuevo a la realidad- ¿Crees que podrás explicarme de qué demonios estaba hablando Rosalie?

El joven Cullen no respondió. Simplemente se quedó mirando el piso, que relucía incluso bajo la poca luz que se filtraba por las ventanas.

- ¿Quién es Victoria, Edward?

- Ella… fue mi novia… -comentó él, con resignación y aún sin alzar la mirada- por un tiempo.

- Sí, suponía eso -murmuró la joven.

Edward alzó la cabeza.

- No me refiero a una chica más -aclaró él seriamente, mirándola a los ojos- Ella fue mi novia. Sólo ella.

Bella se quedó observándolo fijamente y Edward dedujo que ella no se conformaría con una explicación tan sencilla como esa. Supuso que en algún momento deberían hablar de ellos, ya se lo había imaginado; sin embargo, no creía que fuera algo para tratar allí, de pie en el recibidor y con una tarea por hacer. Para él siempre había sido un tema delicado el conversar acerca de su pasado.

- ¿Podemos hablar de ello por la noche?
La joven Swan asintió y, para su sorpresa, no opuso ninguna resistencia.

- Gracias.

La tarde pasó para Edward entre esas cavilaciones que tiene quien se prepara para una charla importante. De alguna forma, estaba intentando acomodar las palabras y los hechos en su cabeza para que sonaran apropiadamente. Una parte de su vida que había quedado enterrada estaba reapareciendo y no quería que aquello afectara lo poco que había construido con Bella después de tantos contratiempos. Aunque sabía que la joven Swan se merecía saber todo lo que había sucedido, aquello era sólo su pasado y no quería que interfiriera en su presente. Ya había dejado que las cosas lo cambiaran demasiado durante todos esos años, pero en ese momento había encontrado su razón para desafiar a todos los viejos demonios que lo habían perseguido silenciosamente. Él había cambiado, y había sido todo gracias a Bella. No estaba dispuesto a dejar que las cosas fueran por el mal camino… una vez más.

- Podríamos ir al cine -comentó Emmett felizmente, cuando el cielo comenzaba a oscurecerse.

Todos asintieron, ya otra vez en la casa, con la alacena llena de comida y reunidos alrededor de la limpia mesa del comedor. Edward, sin embargo, sólo negó suavemente con la cabeza.

- Yo creo que me quedaré -aceptó- No me siento muy bien.

Pronto los ojos de Bella lo traspasaron por la mirada. Por supuesto, no tardó demasiado en expresar su deseo de quedarse también. Edward no había esquivado la salida con el propósito de zafarse de aquella charla que había quedado pendiente, pero de alguna forma había creído que sucedería.

Estaba equivocado, por supuesto.

- Vamos a la cocina -propuso Bella una hora después, mientras el resto del grupo abandonaba la casa- haré un poco de té.

Edward siguió a su compañera como un pequeño niño que espera ser castigado por una travesura. Arrastrando los pies, ingresó en una espaciosa cocina que se asimilaba bastante a la de su casa: largas encimeras, un amplio mueble en medio de la habitación, unos cuantos taburetes. Con cuidado se sentó, mientras Bella cogía algunas cosas de la alacena.

- ¿Cuándo comenzaron a salir? -preguntó la joven Swan sutilmente, cogiéndolo por sorpresa.

- Hace tres años -explicó el muchacho- Yo iba al Mooreland Hill, estaba en el noveno grado. Ella estaba décimo.

Bella se volvió, sorprendida.

- ¿Ella era mayor que tú?

Edward sonrió de lado desganadamente.

- Siempre me gustaron maduras.

Hicieron un nuevo silencio, mientras Bella preparaba la infusión dentro de unas tazas de porcelana. La muchacha se acercó a la mesa con una pequeña bandeja, depositándola frente a ambos y sentándose junto a Edward. El joven comprendió que aquello era una señal para que continuara con el relato.

- Yo no era tan extrovertido en ese entonces, pero ambos coincidíamos en el taller de música y terminamos congeniando rápidamente -prosiguió, con los ojos de Bella clavados en los suyos- Sólo fue cuestión de tiempo para que nuestra amistad se convirtiera en algo más.

- ¿Y entonces…?

Edward suspiró, tomándose su tiempo para responder.

- Ella me engañó, después de tres meses como pareja -explicó, con nostalgia- Con James. Creo que lo recuerdas, ¿cierto?

Bella abrió los ojos sorprendida, mientras asentía.

De alguna forma, el muchacho prosiguió con la historia de una manera que no había esperado. Hablar sobre aquel asunto no era tan doloroso como resultaba y algo dentro de él quería que Bella supiera todo claramente. A pesar que la furia y el despecho por haber sido vilmente engañado seguían allí, ya no había más de ese dolor desgarrador que había encogido su pecho durante tanto tiempo. Edward sentía que, después de tantos años, realmente había superado el vacío que había dejado Victoria.

- Quizás ahora entiendas el por qué de mi comportamiento -comentó el muchacho- De alguna forma estúpida, creía que todo el mundo merecía lo mismo que me había tocado a mí.

Realmente, cuando lo dijo en voz alta, se dio cuenta que un comportamiento irracional y completamente tonto.

- Edward…

La joven Swan se acercó más a él, acunando su rostro con una de sus manos. Era agradable tener a alguien allí que lo hiciera sentir como si realmente pudiera ser importante, irremplazable. Después de Victoria, le había costado creer que realmente se pudiera concebir un amor saludable, bueno, libre de mentiras.

- Yo nunca podría hacerte algo así -aseguró la muchacha.

- Lo sé.

Lo sabía, realmente lo sabía. De todo el tiempo que le había tomado acercarse a Bella, había notado las claras diferencias que tenía con Victoria. La joven Swan era una persona leal, madura y que parecía creer que el amor realmente podía volverse perfecto, como todas esas ideas que plasmaban los escritores en las novelas románticas. Edward sabía que Bella le permitiría darle todo aquello que él había guardado tan recelosamente para sí mismo, cuando se acostaba con todas esas jóvenes cuyos gustos difícilmente recordaba. Él quería redescubrir a la persona que se ocultaba detrás de esos ojos chocolates, llegando a conocerla más que nadie en aquel mundo.

Él quería amarla, lisa y llanamente, como nunca había amado a nadie.

- Te quiero -susurró Edward, incapaz de decir nada más.

La muchacha sonrió antes de acercarse un poco más a él y romper con la tortuosa distancia que los separaba. Sus bocas moviéndose lentamente en una danza clásica y melodiosa le parecieron al muchacho el espectáculo más perfecto. La candidez de los labios de Bella lo alentó a desconectar su cabeza y desamarrar esos viejos recuerdos a los que había estado atado por tanto tiempo.

El pasado no debía interferir en el presente. Victoria era historia. Bella, en cambio…
Bella lo era todo.


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25. Caminos Inciertos



"No es tan fácil ser niñera"
By LadyCornamenta


"Para todo problema hay una solución fácil, que suele ser ingeniosa, plausible… y equivocada"


Bella se sorprendía día a día tras cada nueva conversación que mantenía con Edward. El joven Cullen estaba lejos de ser ese prototipo de muchacho simple que ella había creído que era la primera vez que lo había conocido. Lejos de ser un simple mujeriego lleno de hormonas, Edward tenía motivaciones, problemas y sentimientos mucho más profundos que los de cualquier otro hombre que hubiese conocido antes. Él se había comportado como un imbécil durante un largo tiempo, pero todo parecía haber tomado un nuevo sentido después de la última charla que habían tenido.


Edward Cullen era tan humano y vulnerable como cualquiera. Y le parecía mucho mejor de lo que hubiese podido ser aquella triste figura de hombre conquistador y casi perfecto.
Su charla se limitó a aquel asunto sobre Victoria y el pasado de Edward, pero el muchacho parecía reacio a seguir hablando del tema. Por lo que, sin querer presionarlo, Bella propuso aprovechar la candidez del momento para disfrutar de una tranquila velada en la casa, por lo menos hasta que los demás regresaran. La joven Swan estaba interesada por el pasado de su compañero, pero no deseaba presionarlo hasta el punto de tener que sonsacarle hasta el último detalle, ya que era un tema delicado. Sin demasiado para hacer, Bella se encargó de preparar algo de comer mientras Edward buscaba alguna película para ver en la televisión.

- ¿Titanic? -preguntó la joven Swan, alzando una ceja- ¿enserio?

Edward rió con ganas mientras Bella se sentaba a su lado, con dos recipientes llenos de sopa bien caliente.

-  ¡Oye, los clásicos nunca pasan de moda! -se defendió Edward con una sonrisa- Además, puedo apostar que Leonardo Di Caprio es de tu agrado.

- Por supuesto, ¿cómo adivinaste? -preguntó Bella irónicamente.

El muchacho la abrazó por los hombros, atrayéndola contra su cuerpo y dejando su boca cerca de su oído, para agregar en tono confidencial:

- Soy su hermano menor no reconocido.

Bella rió, mientras negaba con la cabeza. Ambos se dispusieron, después de todo, a mirar aquella vieja película, abrazados y disfrutando de una comida ideal para el clima helado que hacía fuera. La muchacha, que ya se sabía la historia de memoria, no se quejó y se hundió en los brazos de su pareja. En algún momento, se preguntó cuándo había sido la última vez que había estado tan a gusto disfrutando de algo tan mundano como ver una película acompañada. Era una felicidad simple e inexplicable, pero una de las mejores sensaciones que había tenido en años.

Edward y Bella se quedaron dormidos en el sofá sin que nadie los despertara, por lo que fueron los primeros en levantarse al día siguiente. Una alacena llena fue la excusa perfecta para que Bella preparara un abundante desayuno, observada minuciosamente por Edward, que parecía desesperado por probar alguna de las tantas cosas que estaba preparando. De hecho, la joven pensó que su compañero se había dado por vencido después de unos diez minutos insistiendo en degustar algo, cuando sintió sus brazos alrededor de su cintura. 
Abrazándola por la espalda, el adolescente apoyó su mentón sobre el hombro de la muchacha y, después de darle un cariñoso beso en la mejilla, preguntó juguetonamente contra su oído:

- ¿No vas a darme nada?

- No intentes deslumbrarme, Cullen -pidió Bella, haciendo gran acopio de su fuerza de voluntad- No vas a tocar esta comida hasta que acabe con ella.

- ¿Y quién dijo que yo hablaba de comida?

En un rápido movimiento, el joven la hizo girar y apoyarse contra la encimera, teniendo así un perfecto acceso a su boca. Bella apoyó sus manos en el pecho de su compañero, casi como un acto involuntario. Sus labios sobre los de ella se sentían casi como un estado natural; no podía creer que hubiese postergado eso por tanto tiempo, cuando el deseo y el cariño estaban allí, tan claros como el agua. Edward la cogió de la cintura con más fuerza, cerrando sus brazos en torno a ella y dándole a la joven la sensación de que nunca la dejaría ir. Y Bella, más que nada en ese mundo, deseaba que así fuera.

- Muchachos, es demasiado temprano para este tipo de espectáculos -comentó la voz grave y jocosa de Emmett-. ¡Hay menores en la casa!

Bella se separó de Edward, sonrojada, encontrándose con el rostro divertido de Emmett y la cara de pocos amigos de su hermosa y soberbia novia.

Desayunaron bajo el sonido del monólogo del joven McCarthy, que se encargó de contarles los atractivos de la ciudad y todas las cosas que se habían perdido la noche anterior por quedarse allí «haciendo quién sabía que cosas», según palabras del enorme muchacho. 
Mientras Emmett describía una bonita cafetería en la que se habían detenido, Angela y Jasper se sumaron al desayuno, hablando animadamente. Poco tiempo después apareció Alice, con el mismo rostro adormilado con el que apareció Ben cuando ya eran casi las diez.

- Esto está delicioso, Bella -comentó el joven Cheney, mientras cogía una de las tortitas que la muchacha había preparado.

Después de una larga charla, con la lluvia de fondo aún golpeteando suavemente contra las ventanas, todos se dirigieron a la sala. El paisaje gris les dijo que aquel no era un día para barbacoa y deportes, por lo que se sentaron a debatir que podían hacer.
-
 ¿Qué tal ir a la ciudad? -propuso Angela.

- Oh, no -dijo Emmett- En un día lluvioso, cuando una mujer dice ir a la ciudad, está diciendo ir de compras.

Todos los hombres de la casa secundaron la idea, e incluso Bella se acopló a ellos. Rosalie y Alice hicieron mohines de disgusto, e incluso la joven Swan pudo ver la tenue desilusión en el rostro de Angela. La ciudad no era una opción, ya que no había demasiado para hacer, y la muchacha de cabellos castaños se negaba a ser sometida a una tarde dentro del centro comercial. Ni por asomo.

Finalmente, y después de un largo debate con unas cervezas y peleas de por medio, los jóvenes decidieron recorrer un poco el lugar y almorzar en un parador cubierto situado en medio del bosque, incluso cuando ya eran más de las cuatro de la tarde. A pesar de la lluvia, tenían sus autos y algo de ropa impermeable, que les permitiría hacer un viaje tranquilo por el enorme complejo -o aquellas habían sido las palabras de un entusiasta Ben. Por eso todos acordaron tomarse un rato e ir a prepararse para la expedición con ropa cómoda y botas de lluvia. Alrededor de treinta minutos después, Bella bajaba lista para la pequeña aventura. Las chicas aún se estaban preparando y se sorprendió al encontrarse sólo con Jasper en la sala, mientras el joven Cheney salía apresuradamente por la puerta principal. Luego lo pensó unos instantes y consideró que, posiblemente, Emmett y Edward eran tan quisquillosos con su apariencia como un par de chicas coquetas.

Bella se sentó en silencio junto a Jasper y sintió la necesidad de romper el hielo de alguna forma. Con una sonrisa comprensiva, preguntó:

- Así que compromiso, ¿eh?

El joven de rebeldes cabellos rubios le devolvió el gesto amistoso, mientras asentía. Sus antebrazos descansaron sobre sus rodillas por unos cuantos minutos, después que un traicionero suspiro de cansancio escapara de sus labios.

- ¿Y por qué? -preguntó la muchacha. No había agresividad o prejuicios en su voz, sólo inocente curiosidad.

El joven Whitlock sonrió tristemente.

- Quiero que Alice sepa que volveré; es una promesa de mi amor hacia ella, a pesar de todo -explicó con parcimonia, como si pensara las palabras exactas que decir- No me importa si ella se enamora de otra persona. Yo estaré siempre aquí y, si está dispuesta a esperar, siempre estaré junto a ella.

- Eso… eso es muy noble.

- La quiero - aseguró él, con la mirada perdida-, y haría cualquier cosa por ella… incluso si eso significa no tenerla.

- Ella parece muy entusiasmada por el compromiso.

- Lo sé; después de todo, así es Alice -afirmó, con una sonrisa llena de cariño- Mientras siga ilusionada con ello, yo seguiré feliz.
- ¿Y si ella… crece y bueno… tú sabes…?

- Sólo quiero que esté bien y que nunca pierda esa energía que tiene. Debe seguir con su vida, incluso si yo estoy o no en ella.

Bella pensó que posiblemente ella no tendría la fuerza de hacer algo tan sensato como lo que Jasper se había decidido a hacer. La joven no podría soportar que otra persona fuera feliz junto a Edward, mientras ella se encontraba al otro lado del país. Era difícil darse cuenta de ello en un momento tan poco trivial como aquel, pero así era. Ella no podría aceptar la idea de separarse de Edward sin haberle dado una oportunidad a lo que ambos tenían, sin intermediarios que pudieran fastidiarlo.

Después de otra pequeña espera, finalmente todos se encontraban listos para partir. Ben había regresado del exterior, mojado de pies a cabeza y con una enorme sonrisa, asegurando que había un camino bastante práctico para llegar hasta el mirador al que quería llevarlos, ubicado prácticamente al otro lado del complejo. Bella cogió un bolso con algo de comida y algunos manteles y frazadas por si refrescaba más por la noche, a pedido de Angela.

- Al, Jazz, vienen en mi jeep -pidió, dándole un guiño a Edward- Dejemos a la parejita feliz en paz.

Bella rodó los ojos, mientras corría hacia el Volvo. El comentario de Emmett era incómodo, pero no por eso molesto. Si ellos querían darle un poco de tiempo con Edward, ella no se opondría. No cuando las cosas parecían marchar de maravilla.

Ben volvió a encabezar la expedición y Edward quedó detrás de todo, manejando con extraña lentitud y permitiéndole a Bella que fuera ella quien eligiera la música. El paisaje y el clima incitaron a Bella a poner una tranquila música clásica, que acompañó el trayecto con una inusitada paz. La joven Swan cerró los ojos y creyó que se quedaría dormida, cuando el vehículo frenó, unos cuantos minutos después. Cuando sus párpados se levantaron violentamente, su mirada se dirigió hacia Edward de forma automática. El muchacho tenía medio cuerpo fuera de la ventana, apoyado en el asiento sobre sus rodillas. Segundos después volvió a meter la cabeza, que se encontraba completamente empapada. Una radiante sonrisa se adhirió a sus labios, al igual que aquellas grandes gotas de lluvia lo habían hecho a su cabello.

- Parece ser que este camino está bloqueado - comentó.

- ¿Y estás sonriendo porque…?

- Ellos quieren volver - explicó- pero yo creo que podríamos dar una pequeña vuelva antes de regresar, ¿no te parece?

- Mientras no tengamos que bajar del auto…

Edward sonrió.

- Es un trato.

Efectivamente, el joven Cullen retomó el recorrido por el lugar, alejándose poco a poco de los otros automóviles. Mientras una familiar melodía de piano flotaba amenamente por el aire, Edward tomó una curva, metiéndose por entremedio de los árboles. Bella no estaba del todo segura si aquel camino estaba permitido -en realidad, no estaba segura que fuera un camino--, pero el atractivo y húmedo follaje la silenciaron con su misterioso encanto. Las pesadas gotas de lluvia sobre las hojas parecían producir un deslumbrante brillo sobre la superficie verde. Incluso cuando Edward iba a una velocidad descomunal, favorecido por los amplios y despoblados terrenos, el viaje era sensacional.

El encapotado cielo comenzó a cubrir la visibilidad, a medida que los árboles pasaban con rapidez por los costados del automóvil. Bella le dio un rápido vistazo al paisaje, con una creciente preocupación por la lluvia, que caía cada vez con mayor intensidad. Se volvió hacia Edward, que parecía encantado con la velocidad y el horrible clima que los rodeaba. Parecía sumido en su propio mundo.

- Oye… ¿no crees que sería mejor volver?

El muchacho sonrió suavemente, mientras disminuía un poco la presión sobre el acelerador.

- Vale.

Edward cumplió con su palabra y dio un veloz y violento giro de ciento ochenta grados, con la intención de regresar por el camino por el que habían llegado hasta allí. Sin embargo, su trayecto no se extendió más allá de unos metros, porque poco a poco el automóvil fue perdiendo aquella alocada velocidad a la que iba. La joven Swan giró el rostro hacia su compañero, agarrada fuertemente del asiento, pensando que estaba haciendo gala de su usual personalidad bromista. Grande fue su sorpresa al toparse con la mirada contrariada que lucía Edward. Mientras ellos se observaban lo que sucedía, completamente confundidos, el auto fue frenando poco a poco hasta quedar inmóvil.

- Aguarda aquí - pidió.

Bella respetó las palabras del muchacho, estirando el cuello para observarlo mientras él salía del auto con rapidez. El joven levantó el capó y se quedó allí detrás, fuera del alcance de los ojos de la castaña. Pasaron unos pocos minutos antes que regresara, empapado y con una mirada abatida y levemente culpable. Su cabello, apelmazado y húmedo por la lluvia, cubría sus ojos decaídos, pero Bella lo conocía lo suficientemente bien como para saber que algo andaba mal.

- ¿Qué sucede?

- ¿Recuerdas aquella vez que me encontrarte en la estación de policía? -preguntó inocentemente.

La joven Swan quiso corregirlo, recordándole que en realidad ella no lo había encontrado como quien halla un dólar por la acera, sino que había sido despertada en plena madrugada para ir a buscarlo. Sin embargo, se contuvo y sólo asintió, frunciendo el ceño. Aquella primera proposición no lucía nada bien…

- Bueno… resulta ser que había forzado demasiado el motor -explicó- Y… se supone que debía hacerle una revisión, pero como no iba a volver a ir tan rápido…

- ¡No! ¿Eso quiere decir que…?

- El motor está fundido, sí.

Bella dejó caer la cabeza hacia atrás contra el respaldo del asiento, completamente abatida. 

No sólo tendrían que volver caminando quién sabía cuántos kilómetros, sino que además se mojarían hasta los huesos, se llenarían de barro y posiblemente se pescarían un resfriado; agregando, por supuesto, que no tenían ni idea dónde se hallaban. La joven Swan, en medio de aquel silencioso lamento, se preguntó por qué demonios seguía apoyando las ideas de Edward a pesar de saber que siempre había sido un sinónimo de problemas para ella.

Se volvió, encontrándose con el rostro de su compañero más cerca de lo que esperaba, luciendo una mueca de arrepentimiento.

Ah, sí, recordaba por qué siempre estaba allí, junto a él. Porque le quería, quizás más de lo que debía.

- Podríamos quedarnos aquí adentro y esperar a que pare la lluvia - comentó casualmente.

- Edward, estás empapado -murmuró Bella, señalando sus ropas con un acusador dedo.

- La calefacción está encendida -replicó- Se secará pronto.

Bella no estaba realmente convencida con la idea, y mucho menos cuando Edward decidió que era una mejor idea quitarse la camisa y esperar a que secara en el asiento trasero. El espacio reducido y el torso desnudo de su compañero no eran la mejor combinación para la joven Swan. Hacía ya tiempo que sus hormonas conspiraban en su contra y se le pasaban por la cabeza demasiadas cosas como para tener que soportarlas allí adentro. ¡Y para colmo con la calefacción encendida!

- Oye, ¿qué es eso? - preguntó Edward, sacándola de sus vergonzosos pensamientos.

La muchacha siguió la dirección a la que el joven apuntaba a través del empañado cristal de la ventana. Después de pasar su mano unas cuantas veces para observar mejor, la muchacha vio una gran vivienda refugiada bajo algunos árboles de frondosas copas. Pegando la frente al vidrio, intentó fijarse en algo que le llamara la atención, más parecía una simple casa aislada, tal y como la de la familia de Ben. Estaba por responder algo, cuando Edward decidió que era buena idea salir de automóvil. Antes que pudiera preguntar a dónde iba, el muchacha había abierto la puerta del copiloto y arrastrado a Bella fuera de su puesto.

- ¡Genial, ahora yo también me estoy mojando!

- Calla y ven aquí - pidió Edward, tirando suavemente de su mano.

Los dos corrieron torpemente, con la lluvia y la tierra mojada como claros impedimentos. Intentando refugiarse un poco bajo los árboles, ambos bordearon la gran casa que habían observado antes desde la lejanía. Consiguieron llegar hasta la puerta, ya con las ropas empapadas y algo embarradas y respirando agitadamente. Lo único que resaltaba, más allá del aspecto refrescante y natural de la casa, era el enorme letrero que señalaba que la propiedad estaba en alquiler.

- No sabía que aquí rentaran casas -comentó Bella. Luego se dio cuenta que su comentario, teniendo en cuenta la situación, había sido bastante fuera de lugar y tonto- pensé que sólo las vendían…

- Venga, vamos -pidió Edward, tirando nuevamente de su mano. Bella no comprendió a que se refería, incluso cuando lo vio bordear por segunda vez el perímetro de la casa; pero, cuando Edward comenzó a escalar un árbol, con su muñeca completamente recuperada, y a calcular la altura de la cerca que rodeaba la propiedad, su mente pudo deducir vagamente qué era lo que estaba planeando.

- ¿¡Tú estás loco! -chilló- ¡Esto es una propiedad privada!

- Es un club privado también, y nosotros estamos dentro -replicó, como un sonriente niño travieso, mientras intentaba acomodar una rama para que pudieran pasar por sobre la cerca.

- De cualquier forma, estará cerrada - murmuró Bella… aunque, repentinamente, se había quedado hablando sola.

Intentando seguir de alguna forma la maniobra que Edward había hecho y tratando de olvidar lo que realmente estaba haciendo, la joven cogió la rama y se colgó de ella. Teniendo que soportar su peso, sumado al de la ropa mojada, la muchacha tuvo que hacer un gran esfuerzo para conseguir pasar sus piernas hacia arriba y conseguir subir a la rama. Después de ganarse un buen raspón en una de sus manos y un golpe en la rodilla, Bella consiguió sentarse sobre la rama, aunque ni con la mitad de gracia y agilidad con la que Edward lo había hecho. Desde su nueva posición, la joven pudo ver a su compañero, que estudiaba cuidadosamente una de las puertas traseras de fino vidrio.


- Edward, ¡vámonos!

El muchacho se volvió para mirarla y sonrió sorprendido. Se acercó a ella con un andar completamente desenfadado, como si no estuviera lloviendo, como si no estuvieran en una propiedad ajena y como si no estuviera sin camisa en pleno invierno. Se detuvo bajo el árbol, quedando justo debajo de la rama donde ella estaba sentada.

- Salta -pidió.

- No.

-No me hagas subir a buscarte - amenazó Edward con una pícara sonrisa.

- No.

- ¡Vamos! -pidió él, comenzando a caminar hacia ella para obligarla.

-- Dios, no puedo creer que realmente vaya a hacer esto -murmuró Bella, antes de saltar.

La caída fue un completo fiasco, ya que la joven Swan fue a parar justo sobre su compañero, quedando ambos tirados sobre el césped y mojándose y embarrándose aún más, si es que aquello era posible. Sin embargo, la reacción no fue la de dos personas normales, porque… bueno, posiblemente dos personas normales no hubiesen hecho lo que ellos estaban haciendo. En vez de preocuparse o gemir de dolor por la reciente y fuerte caída, ambos comenzaron a reírse como locos. Sólo minutos después lograron recuperarse y Edward volvió a tomar el mando de la situación, conduciendo a Bella por lo que parecía ser el jardín trasero de la vivienda.

- Estás completamente chiflado -murmuró ella.

- Oh, sí, sabía que lo descubrirías algún día.

Edward volvió a andar hasta el gran ventanal de vidrio, que cumplía la función de puerta y conectaba el jardín trasero con una bonita cocina, tal y como la casa de los tíos de Ben. Con una fuerte sacudida y un tirón, el joven logró que uno de los cristales se deslizara y cediera hacia la derecha. La joven Swan abrió los ojos como platos, intentando encontrarle una explicación a una entrada tan simple.

- Estamos en un club privado con vigilancia, Bella.

- No parece como si hicieras esto por primera vez.

- Oh, es que el Club Orange Hills tiene unas casas demasiado buenas para desperdiciar - aseguró él, con una pícara sonrisa, mientras la dejaba pasar.

Bella rodó los ojos, entrando con cautela. No era como si una respuesta de aquel estilo fuera difícil de esperar por parte de Edward. Después de todo, aunque todo hubiese sido miel y corazones en el último tiempo, él seguía siendo aquel adolescente travieso y pícaro que había conocido desde el principio. Su pasado era innegable, al igual que su personalidad.

La cocina también se parecía bastante a la de los tíos de Ben, y ambos jóvenes no tardaron demasiado tiempo en descubrir que, en realidad, toda la casa tenía una construcción similar. Con muebles costosos decorando los ambientes y algunas sábanas cubriéndolos, todo lucía como si estuviera inhabitado pero realmente cuidado. Aquello dio mala espina a Bella, pensando que quizás los dueños podrían regresar y…

- ¿Quieres comer algo? - preguntó Edward, sacándola de sus cavilaciones.

Bella parpadeó reiteradas veces, mirándolo con desconfianza.

- ¿Acaso tienes una varita mágica escondida en el bolsillo y no me lo habías contado?

Edward sonrió de lado.

- No, pero hay comida en el auto que tú misma guardaste -recordó él, con un leve matiz de burla-. Iré a buscarla.

Ella pensó en insistir; en asegurarle a Edward que no necesitaban nada, ya que pronto se irían de allí y volverían a la casa. Sin embargo, el muchacho salió disparado y regresó con comida y los grandes manteles a cuadros y frazadas polares que la joven Swan había cogido de la casa de los familiares de Ben. Sin siquiera escuchar las tenues protestas de Bella, él se encargó de desenvolver la comida y dejarla lista para ambos sobre una de las mantas, como si fuera el dueño de la casa. Había desconfianza en cada uno de los movimientos de la muchacha, pero accedió a comer algo. Luego podrían irse, dejar el lugar completamente impecable y volver a su…

- Oh, ¿eso es nieve?

- ¿Eh?

Bella siguió la dirección de la mirada de su acompañante, topándose con uno de los grandes ventanales de la cocina. Una fina y suave capa blanca comenzaba a adornar el suelo lentamente, mientras pequeños copos se arremolinaban con el viento y flotaban por lo alrededores.

- Oh, genial - masculló Bella.