"No es tan fácil ser niñera"
By LadyCornamenta
"Cuando pedimos un consejo, usualmente estamos buscando un cómplice"
La vuelta a casa fue, en gran parte, una gran tranquilidad para Edward. Las cosas en Jacksonville habían salido peor de lo que él había previsto. Ver a Bella con Jacob Black día y noche ni siquiera había estado entre sus más desagradables pronósticos. Alguno medicamentos para el sueño habían conseguido que su viaje de regreso fuera una adorable visita al mundo de la inconciencia. Cuando se despertó, sin siquiera ser conciente de haber despegado, se encontraban en New Haven.
Desde su última y cortante conversación, el muchacho no había intentado acercarse a Bella. Después de las palabras de la joven, Edward intentaba convencerse a sí mismo que lo mejor era dejar el asunto y seguir con su vida. Tenía suficientes chicas que morían por sus huesos como para tener que andar detrás de alguna que, evidentemente, no sabía de lo que se perdía.
Bella era distinta al tipo de muchachas que él frecuentaba y ella misma lo había dicho: ella no podía darle lo que buscaba.
Con aquella particular perspectiva en su mente, Edward llegó a su hogar con renovadas energías para retomar su vida, incluso aún cuando sentía que había algo mal. No estaba acostumbrado a hacerles el vacío a las chicas.
Bella sería su única excepción.
Mientras bajaba a desayunar el lunes por la mañana, se preguntó a sí mismo a cuántos niveles funcionaba aquella frase.
La noche anterior los hermanos Cullen no habían tenido demasiado tiempo para contarles a sus padres cómo la habían pasado en Jacksonville. Por aquella razón, cuando Edward llegó a la cocina, encontró a la pequeña Alice dando una detallada explicación sobre lo que habían hecho, qué habían comido, a dónde habían ido. Mientras desayunaba, el muchacho dejó que su hermana fuera la encargada de responder a las típicas preguntas con las que los padres sofocan a sus hijos al llegar a casa. Después de todo, Alice todavía estaba en la edad en la que esos interrogantes todavía eran agradables.
En la escuela las cosas estuvieron bien para Edward. De hecho, el joven decidió no perder el tiempo y buscó a Lauren en uno de los recesos, que pareció encantada de ir a su casa después de clases. El muchacho reconoció para sus adentros que, al estar tan ocupado persiguiendo a Bella, había descuidado un poco a sus chicas.
¿Había dicho persiguiendo?
- Oh, Dios, me he vuelto oficialmente un idiota - murmuró para sí mismo.
Antes de que comenzara la última hora, decidido a salteársela, el joven Cullen esperó a Lauren fuera del instituto. Ambos volvieron a casa en el Volvo, mientras la joven hablaba sobre lo insoportables que estaba volviéndose los exámenes. Edward intentó enfocarse en la conversación, haciendo ocasionales comentarios al respecto.
Cuando los muchachos llegaron a la residencia de los Cullen, no perdieron el tiempo y subieron al segundo piso. Alice debía recuperar una clase de ballet y Bella se encargaría de pasarla a buscar, por lo que tenían una hora para ellos solos. Sin abandonar el contacto entre ambos, llegaron al piso superior, dispuestos a recuperar las semanas en las que Edward había estado tan… lejano. Una hora después, Lauren estaba adecentándose frente al espejo. El joven Cullen ni siquiera se molestó en moverse de la cama, tapado hasta la cintura y con una extraña sensación dentro de su pecho.
¿Por qué, incluso después de todo aquello, sentía que algo iba mal?
Edward, agitando la cabeza y decidido a dejar sus pensamientos de lado, cogió unos pantalones y acompañó a Lauren al piso inferior. La muchacha lo cogió del brazo.
- Me alegro que hayamos vuelto a hacer esto, ¿sabes? - comentó - Te extrañaba.
Edward compuso su mejor sonrisa de lado. La besó fugazmente al pie de las escaleras.
- ¡Duh!
Ambos jóvenes escucharon el inconfundible quejido de Alice, que los observaba con recelo. A su lado se encontraba Bella, muy ocupada en la aparentemente minuciosa tarea de cerrar la puerta de entrada. Después de ello, salió a grandes zancadas rumbo a la cocina.
No volvió a verla por un largo rato después de aquello.
Edward, una vez que se despidió de Lauren, decidió comenzar a preparar algunas cosas del instituto. No era algo que usualmente hiciera, honestamente, pero los exámenes previos a las vacaciones de Navidad estaban acercándose y prometían ser lo suficientemente difíciles como para aprobar sólo gracias a su buena fama. Por lo que, cogiendo sus libros y su portátil, intento convencerse de que era hora de empezar a resumir los textos que estaban dentro del temario de sus primeros exámenes. Afortunadamente, Jasper y Emmett llegaron a interrumpir sus planes tan sólo media hora después de haber comenzado.
- ¿Tú?, ¿haciendo resúmenes? - preguntó Emmett con incredulidad - Imposible.
- Estamos en el último año - se justificó Edward - Estos exámenes no serán tan fáciles.
- Ed tiene razón -apuntó Jasper - ¡Me alegro de, por primera vez, no ser el único preocupado por aprobar los exámenes!
Los tres rieron mientras se acomodaban a sus anchas en los sofás de la sala. Bella hizo acto de presencia unos quince minutos después, saludando animadamente a Jasper y Emmett y pasando completamente de Edward. Después de eso, les ofreció a los invitados un poco de jugo, que gustosamente aceptaron, y se retiró a la cocina.
Un corto silencio reinó en la sala después de que la joven Swan se fuera.
- ¿Es mi impresión o Bella ha dejado de ignorarte un poco para pasar a ignorarte por completo? - preguntó Emmett, con su característica falta de sutileza.
- Oh, sí. Digamos que la he cagado con ella - respondió Edward, encogiéndose de hombros.
- ¿Cómo? —inquirió su amigo - ¿qué has hecho?
Después de que Bella dejara los jugos y se retirara nuevamente, Edward les explicó a sus amigos, a grandes rasgos, lo que había sucedido. En realidad, les narró la historia completa, ahorrándose aquellos detalles que lo inquietaban y que prefería reservarse para el mismo. No quería pensar exactamente en lo que había pasado dentro de ese avión, ya que eso hubiese sido recordar muchas otras cosas que hubiese preferido borrar de su memoria.
- ¿Y no has intentado arreglar las cosas? - inquirió Jasper sutilmente.
- Ya no importa, Jazz - apuntó Edward, con el tono más despreocupado que pudo utilizar - Es sólo otra chica.
- ¿Tú crees? - preguntó Jasper con suspicacia.
Nunca obtuvo respuesta, por lo que ese fue el final del asunto. Por lo menos momentáneamente.
Aunque la idea en un principio había sido compartir una tarde de estudio, el grupo de jóvenes terminó mirando football y comiendo chatarra en el sofá de la sala, conversando y bromeando. Alrededor de las siete de la tarde, Jasper y Emmett decidieron que era un buen momento para retirarse y Edward se despidió de ellos. Luego se dedicó a recoger todas las cosas de la escuela que había dejado esparcidas en la mesilla de la sala. Con un poco de suerte, podría comenzar a estudiar al día siguiente.
Con los brazos repletos de cosas, Edward estaba caminando por el corredor de la planta superior, cuando escuchó ruidos en el pequeño lugar de trabajo de Alice.
- ¡Por favor, Bella, te ves genial!
- No, Alice, no hay ninguna oportunidad.
La puerta de la habitación se abrió y Alice apareció detrás de ella con una mueca contrariada. Cuando sus ojos se encontraron con los de Edward, el puchero en sus labios comenzó a transformarse en una gran sonrisa maquiavélica.
- Edward, ven - pidió, haciéndolo entrar.
Antes que alguien pudiera decir algo más, Edward divisó a Bella, usando una de las creaciones de Alice: un largo vestido azul con un escote en forma de corazón y una vaporosa falda. Se veía… no podía encontrar las palabras idóneas para describirla. Sólo podía recordarse a si mismo que debía mantener la calma y seguir con su usual actitud indiferente. ¿Qué le pasaba que estaba tan imbécil?
- ¿Qué te parece? - preguntó Alice, mientras la joven Swan se ponía de todos los colores - Se ve tan mona, ¿a que sí?
- Espléndida.
- Alice, voy a sacarme esto. Ahora.
- Pero ¿no saldrás con Jacob de nuevo? - preguntó Alice - Deberías…
—Sí, pero no voy a ponerme esto, Alice.
Después de las inusuales y cortantes palabras, Bella desapareció de la habitación en un abrir y cerrar de ojos. Alice le regaló una sonrisita a Edward, antes de hundirse dentro de su armario.
Para el joven Cullen, no fue difícil olvidar esa escena en particular, teniendo en cuenta todos los sucesos que se le habían presentado en su torturada cabeza los últimos días. Había una cierta incoherencia entre sus pensamientos racionales y aquellas ideas disparatadas que pasaban por su mente. No podía continuar pensando en todo aquello si no quería perder la poca coherencia que le quedaba. Y Jacob… ¿por qué tenía que estar siempre ahí para fastidiarlo todo?
Sin embargo, los intentos de Edward no fueron suficientes para sacar la cuestión de su cabeza. A pesar de que intentaba rellenar su tiempo libre con chicas e intentos fallidos de estudio, aún tenía esa insoportable sensación de quien sabe que está evadiendo un problema.
El viernes por la tarde decidió que necesitaba hablar con alguien si no quería explotar.
Edward condujo su vehículo de forma casi automática, a una velocidad más rápida de lo común, si es que aquello era posible. Después de un tiempo de viaje corto, se detuvo frente a aquella magnánima residencia que tan bien conocía y llamó a la puerta. Un ama de llaves, de unos sesenta años, lo atendió y, reconociéndolo al instante, lo dejó pasar con una sonrisa.
Edward se acomodó en la sala con tranquilidad, sentándose en el sofá y cruzando sus piernas. No habían pasado ni siquiera cinco minutos cuando Jasper entró en la sala, con el cabello mojado como recién salido de la ducha.
- Hey, Ed, ¿qué haces aquí?
- Necesitaba hablar con alguien, Jazz - explicó Edward cansinamente - Era esto o volverme loco.
- ¿Tan grave es? - inquirió su amigo, sentándose a su lado - ¿De qué se trata?
Edward se quedó en silencio, repentinamente interesado en la alfombra de la sala.
- Es sobre Bella, ¿cierto?
El joven Cullen asintió, mirando al vacío.
- La he cagado - aceptó - Y no sé que hacer.
- Le quieres - afirmó Jasper.
- No, yo… no.
- ¿Por qué te importa tanto haberla cagado, entonces? - indagó con suspicacia - No solía importarte con otras chicas…
- No quiero que todo vuelva a ser igual que hace tres años, Jasper, eso es todo.
Los dos muchachos compartieron un silencio relativamente largo, acompañados tan sólo por los ruidos del exterior y algún sonido metálico, posiblemente de los movimientos de la encargada de la cocina, que se encontraba limpiando.
- ¿Sabes qué es lo peor de todo? - se quejó Edward repentinamente - Ella me hace sentir como si fuera un niño. Un auténtico niño. ¡Y tú sabes cuánto odio eso!
Jasper mostró una sonrisa serena.
- Bueno, la verdad es que tu comportamiento sólo le ha dado herramientas para justificar su mala impresión sobre ti.
Edward lo miró, entrecerrando los ojos y frunciendo un poco los labios.
- Con todas esas palabras bonitas que tú utilizas… ¿estás insinuando que me he portado como un imbécil?
- Es exactamente lo que quise decir.
Jasper le explicó los motivos por los que Bella lo había catalogado bajo los motes de idiota, ególatra y un sin fin de sinónimos. Edward tuvo que reconocer que había varias de sus actitudes que habían sido erróneas, pero era su habitual comportamiento; no podía evitarlo ni cambiarlo de un día para el otro. Sabía que Bella no era como todas las chicas con las que usualmente salía y, si bien él estaba seguro de que sentía atracción por él, sabía que la joven Swan era el tipo de muchacha con exceso de orgullo y fuerza de voluntad. Ella no caería fácilmente en sus trucos usuales y no cedería a ese tipo de noviazgos libres que tenía con Lauren, Tanya y Rachel. En otras palabras, todo lo que había hecho hasta el momento con Bella había sido erróneo. Cada uno de sus movimientos había sido un paso en falso, desde su primera conversación hasta la última.
- Debes arreglar sinceramente las cosas con ella, hermano - pidió - Debes traer un poco de ese viejo Edward de vuelta si quieres que ella te perdone.
- Gracias, Jazz - dijo Edward mientras se dirigían hacia la puerta de entrada - No sé que haría sin ti.
- Probablemente le pedirías consejos a Emmett y tu vida se hundiría más y más - bromeó Jasper, con una sonrisa cómplice.
Riendo, aunque con la cabeza hecha un auténtico lío, Edward se encargó de conducir de regreso a su hogar.
Para el joven Cullen, fue difícil conciliar el sueño esa noche y se sorprendió de su nuevo papel de madrugador de la familia. Su madre se encargó de interrogarlo, confundida por su comportamiento, pero él se justifico secamente con un trabajo para la escuela. Subió a su habitación y dejó que el tiempo pasara hasta la hora de asistir a clases. Su cabeza seguía trabajando a toda máquina, pero ninguna idea buena cruzaba por ella.
- Para mí, deberías besarla a la fuerza - apuntó Emmett, mientras el grupo de amigos buscaba un lugar en el comedor de la escuela sentados en el comedor de la escuela - Así, como en las películas.
Jasper y Edward intercambiaron una mirada escéptica.
- Ya te he dicho, estarías perdido - bromeó el joven Withlock, desconcertando a Emmett - ¿Por qué no intentas con una disculpa más tradicional? Unas flores o unos chocolates, por ejemplo. Bella se ve dura, pero parece el tipo de chica a la que le gustarían esas cosas.
Edward vaciló unos instantes.
- Supongo que estará bien.
- Sin embargo - continuó Jasper - lo más importante es lo que vas a decirle cuando le entregues lo que vayas a comprarle.
Edward lo miró interrogante, esperando una ayuda que nunca llegó.
- Eso es cosa tuya, Ed - comentó, alzando las comisuras de sus labios - Sólo tú sabes todas las que te mandaste y qué deberías decir para remediarlo.
Edward tomó en cuenta las palabras de su amigo de regreso a casa. Esa misma noche ya tenía un plan elaborado dentro de su cabeza, que pensaba poner en práctica al día siguiente. De alguna forma patética e irónica, se encontraba más nervioso de lo que nunca había estado. Había hecho cosas mucho más temerarias y atrevidas y, sin embargo, nunca había necesitado reunir tanto valor para decidirse.
La mañana siguiente, el joven Cullen planeó todo minuciosamente. Después de dejar a Alice a unos quinientos metros del instituto, explicándole previamente que tenía algo importante que hacer, llamó a Jasper. Pidiéndole que lo cubriera, Edward se despidió, después que su amigo le deseara buena suerte. El joven Withlock no sabía a ciencia cierta qué haría, pero estaba al tanto de su idea de arreglar las cosas con Bella ese mismo día.
Edward tuvo que hacer un pequeño trayecto en auto y consiguió aparcar frente a una cafetería poco concurrida. Decidido a esperar que el tiempo pasara, pidió un café y un panecillo. Tres horas y cuatro cafés después, creyó que ya era apropiado comenzar con la acción. Con la decisión que no sentía, el joven se levantó de su puesto y caminó hasta su automóvil. Tuvo que dar algunas vueltas hasta que finalmente encontró el negocio que buscaba, ubicado casi en una esquina. Él no era exactamente el tipo de chico que compraba flores y adulaba a las chicas con detalles bonitos, por lo que tuvo que observar los grandes ramos unas cuántas veces antes de decidirse a preguntar.
- Disculpe, pero ¿qué cree usted que sea lo adecuado para pedir una gran disculpa?
El hombre detrás del mostrador, que debía tener unos sesenta o sesenta y cinco años a juzgar por su cabello canoso y sus grandes gafas, se quedó unos segundos en silencio, con una expresión pensativa.
- Supongo que rosas - apuntó - Rojas, si son para una señorita. No hay nada que un buen ramo de rosas rojas no pueda solucionar.
Edward se unió a la sonrisa del hombre, mientras este le separaba doce hermosas flores carmesí. El encargado envolvió el ramo en un brillante papel y le puso una tarjeta en la parte superior. Extendiéndole un bolígrafo a Edward, comentó con complicidad:
- Esmérate, muchachito.
Edward pensó que, efectivamente, debería esmerarse mucho. Por esa razón, se tomó unos cuantos minutos para decidir lo que pondría y finalmente, con su estilizada caligrafía, escribió sobre el papel.
Después de pagar y coger el ramo cuidadosamente, Edward volvió a su vehículo, decidido a conducir hacia su último destino. Con tiempo de sobra y crecientes nervios en su interior, disminuyó la velocidad y aparcó con parcimonia frente a los terrenos de Yale. Poniendo un disco de música clásica en su estéreo, se dedicó a aguardar dentro del vehículo hasta la hora indicada, relajándose con cada nota.
Exactamente a la una de la tarde, Edward salió de su Volvo, escondiendo las rosas y buscando sólo un rostro. Sin embargo, grande fue su decepción al encontrarse no sólo con un rostro conocido, sino con dos: Bella… y Jacob. Todo el cuadro perfecto que se había imaginado de ella perdonándolo y diciéndole que todo estaba bien comenzó a desmoronarse ante la visión de la pareja de universitarios. Jacob hablaba haciendo grandes y confiados ademanes, mientras Bella reía abiertamente. Su risa era mucho más sincera que nunca. Jamás la había visto reírse así.
Edward se quedó observando desde su sumisa posición. Jacob riendo, Bella golpeándolo suavemente en el pecho con una extraña complicidad… ¿por qué el cuadro le parecía tan absurdamente romántico?
Con una repentina sensación de frustración e impotencia, el joven Cullen soltó el ramo de flores, dejándolo caer al piso. Sintiéndose un completo imbécil, se dirigió hacia su puesto frente al volante. A Bella realmente no parecía importarle el distanciamiento; ella tenía alguien allí que podía ocupar su lugar… si es que alguna vez había ocupado alguno. Y Jacob, a diferencia de él, no era ni parte de un trabajo, ni un novio falso, ni un tonto estudiante de preparatoria. Jacob era ideal para Bella, y él era un idiota por creer…
¡Ni siquiera sabía lo que estaba pensando! Él quería pedirle disculpas. Todo lo demás no le importaba. Pero a Bella parecía no interesarle ni siquiera el hecho de un arreglo. Ella parecía estar mejor que nunca sin él allí para molestarla.
Edward abandonó el campus con amargura, sin siquiera saber que, desde lejos, unos ojos curiosos habían visto cada uno de sus movimientos, para quedarse finalmente posados en el maltratado ramo de doce rosas rojas, cuya tarjeta aún pendía vagamente del extremo del papel de regalo.
8 comentarios:
Me ha encantado el capítulo!!! Como siempre, muy original, Astrid, adoro como escribes!
Espero pronto el próximo capítulo, que la curiosidad me mata
Ay, me dejaste :( Ojalá todo se solucione
aff se me partio en corazoncito.. pobre Edward.. naguara me dio mucho sentimiento de verdad.. que excelente cap.. io sabia que jacob se iba a aparecer con Bella.. q oportuno.. plisss amiga avisame cuando publiques.. y necesitoo un mega favor tuyoo.. cuando puedas comunicate conmigoo pliiss un besoo te kieroo
Me encanta. Oh Dios siempre me deja intrigada y ahora que pasara, me super facina tu historia, no eh comentado mucho porque esta computadora no me deja (como la detesto). Bueno sigue asi esta increible tu historia....Besitos, Siria ;)
siempre está genial....que rabia que no haya podido disculparse por culpa deJacob..en el fondo es un tierno...
besos!!!
me ha encantadoooo!!! de verdad AMO ESTA HISTORIAAAAAA!!!!! por favor sigelaaaaa!!! Me da tanta pena el pobre edward!!!!! weno un besitoo wapisimaaa!!!
Oww :( Pobre Edward, y pensar que un principio me caia mal u.u pero en el fondo es buena persona, lastima que su disculpa haya salido así... aunque me da curiosidad saber quien fue el que lo vio con el ramo de rosas ¿Angela? No estoy segura, pero no se me ocurre quien mas puede ser... Voy a esperar el siguiente capitulo
Cuidatee :)
realmente me encanta tu historia, soy una gran admiradora tuya y estoy deseando que publiques el próximo capítulo.
Publicar un comentario